7 ene 2004

Ocho variaciones sobre un mismo espejo

Desde el otro lado la mira un caballero de frac, capa y colmillos. Alicia, asustada, comprueba que sigue sola en la habitación. Retrocede unos pasos, cierra los ojos, se cubre la cara y brinca.

Al despertar Gregorio Samsa sus ojos compuestos quedan atónitos frente al fantástico caleidoscopio que adornaba su tocador.

En el tomo XLIX de la Anglo-American Cyclopedia había un espejo. Borges quiso reflejarse, mas constató que las imágenes de los ciegos no son devueltas por estos instrumentos. Le pidió a Bioy Casares que se asomara: A él sí pudo verlo.

Aquella tarde Emma se miró —como de costumbre— en la luna de su boudoir. Como de costumbre llegaría con retraso a otra cita —en este caso la última.

Dorian Gray observa cómo el espejo acumula el paso de los años —años ante los que el dandy permanece intacto. El decrépíto anciano dedica unos minutos a limpiar la plateada superficie. Media hora después, el espejo aún oye la tos sanguinolenta que se aleja por el empedrado.

El estanque se contempla en los ojos color cielo de Narciso. Enamorado de sí mismo suplica al mancebo que nunca lo deje. En el momento que éste intenta regresar con Eco, el espejo de agua lo convierte en flor.

Don Juan Tenorio se apresura con la vituallas. Sabe que hoy a medianoche, en el espejo, tiene convidado al Comendador de Ulloa.

Edgar Allan Poe cubrió con el enorme espejo la recién tapiada tumba de su secreto enemigo, a quien engatusara con el cuento del barril de amontillado. El vino, por otra parte, resultó excelente.

Drácula no se vio con el rabillo del ojo en el espejo de la cripta, con el alma en vilo se acercó y suspiró aliviado, ahí estaba su propia imagen, como siempre.

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