15 ago 2004

Terrible desgracia

Las pesadillas no permiten que olvide el incendio de la Biblioteca Nacional, tragedia de la que fui testigo mudo e impotente. Aún veo como huyen —a pie, volando, a caballo— millones de personajes diminutos intentando salvar sus perfiles psicológicos, sus valiosos argumentos y aquellas queridas descripciones. ¡Nunca olvidaré los alaridos de espanto!

Una imagen regresa a mí, una y otra vez: Entre los últimos seres que alcanzaron a escapar del siniestro, pude distinguir a Lady Chatterley corriendo de la mano de su amante, mientras que su esposo —la silla de ruedas fuera de control— se despeñaba envuelto en llamas por la escalinata principal.

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