2 sep 2004

En la ciudad de la esperanza

Nacha y Delfina escuchaban cabizbajas el regaño de la patrona.

—...¡Y es la última que les tolero, indias patarajada! —y continuó— ¡bien me dijo mi mamá que las de Oaxaca eran las más güevonas!

Ninguna de las muchachas dijo nada, sólo vieron como la señora seguía gritando desde la puerta.

— ...¡Ahora vuelvo, voy por cigarros...! ¡Y cuando regrese quiero la casa bien limpia!, ¡van a saber quién soy, par de mensas!

Y así fue, la dejaron limpia. Se llevaron hasta los dólares que había entre las hojas de «Las niñas bien» de Guadalupe Loaeza.

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