Tiene el miembro enorme, colosal. Cuando lo yergue es un monstruo de placer, ¡paso la vida anhelando ser penetrada!, ¡revolcarme con él sobre la paja!
Y veo cómo me acorrala. Se despoja de la ropa de faena y queda ante mí: desnudo, sudoroso, turgente el pecho y la verga enhiesta. Ansiosa de las palabras salvíficas me echo a sus pies:
—¡Ven acá, perra...!
Porque entonces, mientras mis genitales se inflaman, meneo la cola y ladro furiosa, estoy segura de que no soy cualquier perra..., soy su perra.
4 ene 2005
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