Este barco excelente tenía las velas muy rotas, las cuerdas llenas de nudos y el casco todo forrado de escaramujo. Pero el barco estaba muy contento porque colgaba de él, a babor, un bonito bote de remos, en el que el marinero se trasladaba a la costa, y el barco lo veía ir y venir muy contento, como un papá que ve como juega su hijo pequeño.
A veces, en alguna roca cercana, aparecía una sirena que cepillaba sus cabellos.
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