1 sep 2008
Coito
El corazón de Miguel dio un brinco. Su pene perdió la turgencia y un sudor frío y espeso comenzó a escurrirle. Saltó de la cama presa de una mezcla de angustia y terror. —¡No puedo más, es demasiado! — gritó—, tengo que dejar de masturbarme así! —Y siguió escuchando el clamor de la mujer imaginaria.
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