Zenón, experto cronómetra
dispara una salva y parten
raudos: la liebre, Aquiles
y la tortuga Artagnan
Aquiles desiste pues
el sólo participó
para completar las ocho
sílabas del tercer verso
La liebre se cansa pronto
y la tortuga aún no arranca
mas el reloj del filósofo
sigue corre que te corre
Pasan las horas, también
pasan los días, los años
las eras, el tiempo todo
irremisible transcurre
Hoy yacen —liebre, tortuga
y pupilo de Parménides—
en la fosa colectiva
de la Indiferencia Cósmica
El reloj que tomó el tiempo
reposa en una vitrina
del pabellón principal
del Museo Intergaláctico
Ese sí, bien aceitado
y a punto su mecanismo
sus engranes muy brillantes
y su tintinear exacto
::
La moraleja es sencilla
un poco triste, quizá
y es que las máquinas quedan
aunque la carne se va
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