17 feb 2010

Estampa

Es otro de esos crepúsculos en el Edén: Un amanecer acurrucándose para ir a dormir...

La mancha de ángeles llega a abrevar en el estanque de las sirenas doradas, quienes fingen que se espantan —alguna incluso brinca fuera del agua— y a ratos coquetean divertidas.

A lo lejos, un destello verde que indica la morada de Dios..., o de múltiples dioses, o de un ente que evolucionó hasta la exacerbación, nadie lo sabe a ciencia cierta.

¡Y yo me muero de tedio! —lo que sólo es un decir: de ésta, la otra vida, no hay escapatoria posible. No hay sino esta mezcla de comezón tenaz con insomnio perpetuo y náuseas irresolubles.

Aparecen las primeras estrellas...

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