14 mar 2011

Miedo a la oscuridad

Descansa en su ataúd, al menos un par de horas. Sólo aquí, con los brazos cruzados sobre el pecho, es donde encuentra la paz.

Teme la llegada de la noche, teme al brillo de los collares de diamantes en tanto cuello tan terso, a la luna llena o apenas insinuada, a las antorchas de los lacayos que auxilian a los bailantes para sortear adoquines y charcos ocasionales.

Tiene pavor a la penumbra, con su mínimo contenido de luz, a los ojos que emiten fuego de risas o de lágrimas, a los candiles, a las brasas en el extremo de los cigarros...

Mas de lo que se esconde, aquí en el breve espacio que lo abriga dentro del féretro, es de la oscuridad, la oscuridad de una bala de plata o una estaca de madera, la oscuridad que le traería ver el amanecer a los ojos, a la oscuridad de su propio reflejo en el espejo.

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