8 may 2011

Sentidos

Aún puede verla, cómo se mueve su pelo cuando camina, cómo se tuesta su piel al sol mediterráneo, y cómo oscilan de aquí para allá sus caderas. Puede aún aspirar el aroma de cada uno de sus poros, el perfume de su inminencia, y el olor a océano primigenio de su sexo abismo. Siente la turgencia de su pechos, la suavidad de hierro de sus piernas y la humedad de ese cuerpo contra el suyo. Sabe a qué saben sus besos y la escucha gemir, oye aún sus murmullos, sus cantares, sus cuitas, sabe que sabe a sal, a néctar y a mundos exóticos...

Le basta con cerrar los ojos y dormir, porque en sueños cada uno de sus sentidos funciona a la perfección, porque dormido no es un montón de costras, hedor y harapos en una banca del parque, porque si cierra los ojos ahí está ella, y porque cuando los abre ya no.

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