2 may 2012

Tres sentidos

Todas las mañanas arrastran su silla de ruedas hasta la terraza frente a la playa y sueltan a Caracola, su vieja yegua, a que lo acompañe jugando con el mar a que nomás moja en él sus cascos, la cola a veces. Y oye todo, los esplashes del animal —sus bufidos y relinchos—, los gorjeos de tanto pájaro enjaulado, las imprecaciones que graznan las gaviotas unas contra otras, los arrúos de sus propias tripas, los gañidos de una perra pariendo bajo el muelle de tablas podridas, la espuma en la cresta de las olas. Lo oye todo pero no escucha nada, esta muerto de la cintura para abajo y del corazón al espíritu..., y su cuerpo guarda silencio.

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