Por fin se acabó el mundo ése del que siempre se había arrepentido. En
el Cielo encerró hasta la última de las almas junto con los ángeles y
los gigantes. Ahora lo adorarían aunque tuviera que torturarlos.
Por calles y túneles de diamante vagan todos esos desgraciados,
encerrados para siempre, condenados a hartarse de asco de la Presencia
Divina... Hay rumores, y se les ve torcer la mirada tras cada recoveco,
entre cada fisura y golpe de sombra. Dicen que cada día son más los que
huyen, los que se escapan. Dicen que a veces está en un lugar y luego en
otro, y cada vez son mas los desesperanzados —ávidos de precipitarse en
él, de acabar de una vez— que buscan el Abismo.
9 dic 2012
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